siempre había querido tener un don. una virtud natural, un talento innato.
así, como ponerme friente a un lienzo, pintura en mano, y crear una obra de arte.
o abrir la boca y entonar una canción con armoniosa melodía.
así, como ponerme friente a un lienzo, pintura en mano, y crear una obra de arte.
o abrir la boca y entonar una canción con armoniosa melodía.
y que todos dijeran "¡Oh!"
también me hubiera gustado tener el don de la suerte y ganar a la ruleta la primera vez que jugara (lo cual no sucedió, mis 20 euros se fueron en menos de 2 minutos).
o el don de la escucha, o el don de que todo lo que cocinara tuviera un sabor mágico (pregunten a quién haya probado mis pasteles/tartas).
o, ¡uy, qué bien me vendría ahora!, el don de la escritura. que al poner mis manos en el teclado salieran las ideas que justo quiero decir de manera estructurada y poética.
pero no,
resulta que tengo otro don. un don bastante curioso, pero al fin y al cabo, un don: hacer la salsa bechamel.
y así fue, de no saber qué era a quedarme estupenda desde la primera y cada vez que la hago. así sin más, sin esfuerzo, sin concentrarme, sin intentar. simplemente, la hago y ya. y queda estupenda.
he ahí mi don: hacer la salsa bechamel.