caminaban en dirección a la arena, vio una línea de margaritas plantadas al final del
estacionamiento. Mordió una, porque le pareció muy hermosa y tentadora. Pero su sabor
era amargo, de modo que la escupió, haciendo una mueca.
«La vida es amarga», concluyó en voz alta.
«No», la corrigió el grillo, «la margarita es amarga. Si hubieses mordido una papaya
habrías llegado a la conclusión de que la vida es dulce. La vida simplemente es, y si tú
emites juicios acerca de aquello que muerdes, no estás en armonía; y cuando no estás en
armonía no sientes amor hacia ti misma».
Extracto de "La Perrita Preocupada y el Grillo Consciente", de Fisher y Kelly.
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